Atarax

Ninguna herida cerró y por eso ya no me quedo.
Porque tú sí me puedes buscar cuando quieras y yo nunca puedo.

Porque hicimos juntos lo que la primavera le hizo al cerezo.

O una cosa así. Sabes que domino la práctica pero siempre me pierdo en el proceso.

Y la gente me habla como si te supiera. La gente opina como si tuviera la menor de las pinches ideas.

No me voy a llevar ningún “te mereces más” o “te mereces menos” cuando me muera.

Voy a llenar mi mochila de cuadernos llenos de letras que te escribí para que nunca leyeras.

“¿Por qué le escribes siempre a ella, si nunca te lee?” Faltaba más. Yo le escribo a quien yo quiera.

Cada vez tienes menos lugar aquí y eso me está matando de miedo.

El que se va un chingo, falta muy poco. Y hace mucho que te fuerzo los versos.

Quiero sentarme a escribirte todo el tiempo pero hace mucho que no siento los dedos.

Me gritas que no te quieres ir pero gritas escondida, muerta de miedo y así no te creo.

La gente se va porque quiere y no existe ninguna otra pinche razón.

El único pretexto para que se salga la luna siempre, es que se cansó el sol.

Hay muchas veces que las cosas sí son blancas o negras.

Vete con él, dile las mismas cosas que a mí, no te detengas.

Y me mata saber que las cartas son esas y yo ya perdí hace mucho el as que tenía bajo la manga.

Ni siquiera lo perdí, lo desgasté, lo usé en pendejadas cuando estuve seguro que estabas.

Me enseñaste a no dar nada por sentado y sentado sigo esperando a que regreses.

Qué chinga que la última vez que te viste en mis ojos fue hace más de seis meses.

Porque tuvimos un momento en México pero ese no cuenta.

Porque tu estabas más preocupada por decirle a Jesús que te espere, que en un momento contestas.

Y al final tú te quedas tranquila y tienes unos brazos para caer.

Y yo como pendejo llegué una hora y media tarde a la junta para empezar nuestro set.

Toda la vida he estado seguro que si caigo en algún vicio fatal, lo podría resolver.

Lo único que puede arruinarme al punto de no regresar nunca eres tú, mujer.

¿Cuándo has visto a un lobo hartarse de aullarle a la misma luna cada veintiséis de mes?

Aprecio un chingo cuando me buscas pero ya no voy a ser ese wey.

Ya no voy a ser tu pinche premio de consolación para cuando el pendejo te haga enojar.

Tampoco voy a seguir despertando esperando que pienses en regresar.

El derrumbe de mis nervios no fue saber que yo te duelo cada veintiséis

Es saber que yo no necesito un pinche aniversario para morirme de ganas de escuchar tu voz.

Es saber que me tomas por un pendejo diciéndome que no es nada. Y que amanecerte en el pecho de alguien más es sólo una sustancia controlada.

¿Sabes qué hice yo cuando me quitaron mis pastillas? Aprendí a vivir sin ellas, no fui a reemplazarlas como muertos en camillas.

Porque de eso se trata “para siempre” de no salir con pendejadas.

Y yo salí con muchas que me sigues reclamando como si nunca hubieras hecho nada.

Porque al final del dia el pendejo soy yo por “no haberlo hecho cuando pudiste”.

Porque esa es la historia de mi vida, de recibir tu culpa y no tener los huevos de levantar la cara y gritar que te fuiste porque quisiste.

Sigue revisando cómo voy con la ansiedad aquí.
Sigue preguntando si volví a preguntar por ti.

Sigue haciendo tu vida pero por el amor a todas las cosas en las que creas, ya no me busques.

Te juro que vas a hacer que todo lo que me he partido el hocico levantando, se derrumbe.

“Te pido perdón desde ahorita si no me aguanto y te busco”.

No.

Mejor discúlpate por estar con alguien que ni te importa y no tener los huevos de detener el abuso.

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