Alcoholimétrico.

Escribes con la luz apagada porque tienes que romantizar tus pendejadas.
Porque dejas tu sangre en las páginas y te da miedo escribir en las computadoras porque ahí no estás seguro. Porque nadie está seguro de nada nunca pero eso jamás ha detenido a ningún ignorante de levantar la voz y tú no eres la excepción a ninguna de las reglas.
Porque estás sentado perdiendo el tiempo mientras el suelo en el que caminas todos los días apesta a revolución.

No sabes combinar los colores y eso no te impide vestirte todos los días.
No sabes cantar y eso no te detiene de gritar con música de fondo lo mucho que disfrutas respirar y el mundo que significa para ti la tristeza.
Tienes toda la suerte del mundo tirada en tus pies y sigues lanzando los dados porque te gusta presionar para ver hasta donde puedes llegar.
Todas las cosas que has empezado siempre son con esa sola intención. Sólamente te interesa ver cuántas veces te puedes salir con la tuya sin chingarte a nadie.
Cada martes que pasa es más fácil sostenerte la mirada en el espejo y eso significa que no has dado ningún paso hacia atrás. Estás mejor que ayer pero peor que mañana y la cantidad de huevos que te ha costado ha valido la pena absolutamente cada segundo.
Volvieron las compras clandestinas de cerveza a las cinco de la mañana porque todavía no sale el sol pero todavía hay alcoholímetros en la calle y no nos vamos a arriesgar.
Volvieron los sietes a tus relojes antes de colapsar en tu cama y aunque suena terriblemente mal, significa que estás volviendo a ver el blanco entre todos los negros.
De hecho, estás empezando a pintar de colores que no sabías que existían.
Agradécele a ella por quedarse a ver todas tus funciones en blanco y negro y por no quedarse dormida en tus películas mudas.
Por haber sabido reconocer cuando todas las pláticas estaban llenas de efectos especiales y quedarse hasta después de los créditos para escuchar el último chiste que escribiste en tu guión.
Sientes la nicotina mordiéndote la lengua cada vez menos porque cada vez te importas más.
Mándale dieciocho mensajes en la peda. Escríbelos mal, no hagas ningún sentido, hazla encabronar, hazla apagar el teléfono, hazla dejar los ojos en blanco pero siempre hazle saber que sigues ahí para todo el tiempo que ella quiera seguir aquí.
Porque ningún beso de lengua sabe mejor que los que saben a toda la vida y ninguna posición es más cómoda para dormir que cuando ella te entume los brazos porque está dormida en ellos.
Sigue pateando las mismas piedras mientras sigas creyendo en ellas. Un día no va a haber nadie chingándote que las cosas se tienen que hacer diferentes, de esa forma que a ti no te gusta hacerlas.
Y es que todas esas personas que dicen que todo se tiene que hacer de otra forma siempre hacen las cosas igual y eso te aburre. Tienes un fetiche con la complicación y te exitan las cosas que te cuestan trabajo.
Déjala que se ría y lance los brazos al cielo mientras tu mundo gira de reversa y tienes ganas de vomitar.
Al final cuando te pregunte si estás bien le vas a poder responder que estás mejor que nunca porque ella tiene una semana sin dejar de sonreír.
Déjalos que te digan que mientras peor te sientes, mejor escribes porque tienen toda la razón pero ¿De qué se supone que te vas a quejar cuando ya no tienes nada de qué quejarte?
¿Cuántos barcos puedes hundir si llevas días en tierra firme?
¿Cuántas balas más tienes que disparar si todos tus demonios están enterrados en el mismo cementerio que todas las personas que jamás necesitaste?
¿Cuántas veces más vas a poder escribir que eres un pendejo cuando el mundo que tienes en frente parece ya no pensar lo mismo?
Quedan muchos cuartos menguantes para voltear al cielo con los ojos abiertos, quedan más hojas en el calendario de las que puedes contar y nada de eso importa porque si hoy fuera la última vez que te pegó el sol en la cara está bien, porque también fue la primera vez que no tuviste la quijada trabada en muchísimo tiempo.
Si mañana puedo volver a escuchar al aire atravesarme las ideas, lo voy a hacer tirado en el piso de la risa porque ya no me da en la cara y ya no está empeñado en mi contra.
Tal vez siga en mi contra pero ya me vale madre.
Tal vez por fin tuve los huevos de dejar de escribir que quería dejar de ser un pendejo y simplemente me desperté con ganas de dejar de serlo.

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