Papelito habla.


La diferencia que existe entre el océano y el mar es exactamente la misma que hay entre alzar la voz y gritar. 
Y es que es importante saber diferenciar una cosa de la otra y entender por qué no son iguales. 
Se ahoga el significado coloquial de las palabras en las traducciones literales y asoma la cabeza a respirar sólo si la voz detrás del mensaje es terca. 
Mejor aún, ésta tiene que ser idiota. 
Por lo menos lo suficientemente estúpida como para creer que alguien se va a tomar la molestia de escucharla. 
Y es que se juegan las cartas mediocres de la experiencia cuando hay una apuesta mucho más segura en el talento. 
Es diferente cuando todo lo que está en tus manos deja de ser un factor punzo cortante en las líneas punteadas de tus sueños. 
Fácil viene, fácil se va. Fácil regresa y te vuelve a chingar. 
Se miden las sonrisas en dientes de oro y las distancias en precios de gasolina. Cualquiera de las dos se arruina con frenos. 
Distintas versiones del mismo pasado compiten por justificar de mejor manera el futuro.
Claro está que recordar no es una habilidad, es una decisión. Se posicionan los recuerdos en secuencias ilógicas que tergiversan la historia. 
Y es que si el orden de los factores no altera el producto, los hijos de los pobres no tendrían cumpleaños.
Se cruza el invierno con el verano porque hablar de las estaciones disfraza de poesía las letras vulgares. 
Igual se entrevista un idiota que una lumbrera.
El problema es que sobran entrevistadores que confían ciegos en papeles y sellitos.
Es preferible asegurar la jugada en el pizarrón que en la tierra. 
Se comen dobladas las cruces y los círculos que dibujan los que están calificados solamente para limpiar la mugre de los zapatos de las personas que sí tienen los huevos suficientes para llenarlos. 
Se despiertan temprano, se visten de traje y mientras se ven al espejo, se enfría el café. 
Están dispuestos a regalar el crédito de la cafetera al microondas aunque en el proceso se pierda el sabor. 
El proceso es igual que sus vidas. Igual que sus ideas. Igual que sus pasos, sus días y sus gastos. 
Es un recalentado. Y los niños se cansan tres días después de navidad. 
Es muy diferente adquirir experiencia que nacer con talento.
El talento muele los granos de café, los escurre y los sirve frescos. 
La experiencia tiene un diploma para demostrar que en cuatro años, aprendió a recalentar el café. 

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